La Biblia en un año
Abril20
Levítico 21, Salmos 36, 2 Timoteo 4
Levítico 21
Santidad de los sacerdotes
1 El Señor le dijo a Moisés:
«Habla con los sacerdotes hijos de Aarón, y diles que no se contaminen por ningún muerto de su pueblo, 2 a menos que se trate de un pariente cercano, de su madre o su padre, de su hijo o su hermano, 3 o de una hermana soltera y cercana al sacerdote, y que no haya tenido marido. Por alguien así podrán contaminarse. 4 Pero no se contaminarán ni se harán impuro, como cualquier hombre del pueblo.
5 »No se harán tonsuras en la cabeza, ni se recortarán la punta de la barba, ni se harán heridas en la carne. 6 Se consagrarán a mí, su Dios, y no profanarán mi nombre, porque ellos me presentan las ofrendas encendidas y el pan que se me ofrece. Por lo tanto, deberán ser santos.
7 »No podrán casarse con una ramera ni con una mujer de mala fama, ni con una mujer a la que su marido haya repudiado, porque los sacerdotes están consagrados a mi servicio. 8 Ustedes deben mantenerlos santos, pues ofrecen mi pan. Para ustedes, ellos serán santos, porque yo, el Señor, que los santifico, soy santo.
9 »Si la hija de un sacerdote comienza a prostituirse, deshonra a su padre y será condenada a morir quemada.
10 »El que sea sumo sacerdote entre sus hermanos, y en cuya cabeza se haya derramado el aceite de la unción, y que haya sido consagrado para llevar puestas las vestiduras, no deberá descubrirse la cabeza ni rasgarse las vestiduras, 11 ni tampoco entrar en donde haya algún cadáver. Ni siquiera por su padre o por su madre se contaminará. 12 No podrá salir de mi santuario, ni profanarlo, porque él ha sido consagrado para mí, por el aceite de la unción. Yo soy el Señor. 13 Deberá tomar por esposa a una doncella. 14 No se casará con ninguna mujer que sea viuda, o repudiada, o de mala fama, o ramera, sino que de su pueblo tomará por mujer a una doncella, 15 para que no profane su descendencia entre su pueblo. Yo soy el Señor, que los santifico.»
16 El Señor habló con Moisés, y le dijo:
17 «Habla con Aarón y dile que, en ningún momento, ninguno de sus descendientes que tenga algún defecto podrá acercarse a mí, su Dios, para ofrecer mi pan. 18 No podrá acercarse ningún varón con algún defecto, sea éste ciego, cojo, mutilado, deforme, 19 o que tenga roto un pie o una mano, 20 o sea jorobado o enano, o que tenga una nube en el ojo, o sarna, o alguna irritación de la piel, o un testículo magullado. 21 Ningún descendiente del sacerdote Aarón podrá acercarse ante mí para presentarme las ofrendas encendidas, si tiene algún defecto. Por tener ese defecto no podrá acercarse a mí para ofrecerme el pan. 22 Podrá comer de mi pan, del alimento muy santo y de las cosas santificadas, 23 pero por tener un defecto no podrá acercarse a la parte posterior del velo ni al altar, para que no profane mi santuario, porque yo soy el Señor, que los santifico.»
24 Y Moisés les comunicó todo esto a Aarón y a sus hijos, y a todos los hijos de Is
Salmos 36
La misericordia de Dios
Al músico principal. Salmo de David, siervo del Señor.
1 La maldad habla al corazón del impío;
en su opinión, no hay por qué temer a Dios.
2 Vive halagándose a sí mismo,
seguro de que su maldad no es condenable.
3 Sus palabras son malvadas y fraudulentas;
dejó de ser sabio y de practicar el bien.
4 Aun acostado hace planes malvados;
va por el mal camino, y disfruta de su maldad.
5 Pero tu misericordia, Señor, llega a los cielos;
¡tu fidelidad se extiende hasta las nubes!
6 Tu justicia es como las grandes montañas;
tus sentencias son como el mar profundo;
¡tú, Señor, cuidas de hombres y animales!
7 Dios mío, ¡cuán preciosa es tu misericordia!
¡La humanidad se acoge a la sombra de tus alas!
8 En tu templo se sacian de ricos alimentos;
tú apagas su sed en un río de aguas deliciosas.
9 En ti se halla el manantial de la vida,
y por tu luz podemos ver la luz.
10 Muestra tu misericordia a los que te conocen;
muestra tu justicia a los de recto corazón.
11 No dejes que los soberbios me aplasten,
ni que el poder de los impíos me sacuda.
12 Vean allí, caídos, a los que practican el mal;
¡rodaron por el suelo, y no volvieron a levantarse!
2 Timoteo 4
Predica la palabra
1 Te encargo delante de Dios y del Señor Jesucristo, quien juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, 2 que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. 3 Porque vendrá un tiempo en que no soportarán la sana doctrina, sino que aun teniendo comezón de oír se amontonarán maestros conforme a sus propios malos deseos, 4 y apartarán de la verdad sus oídos y se volverán a las fábulas. 5 Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio.
6 Yo estoy ya a punto de ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. 7 He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. 8 Por lo demás, me está reservada la corona de justicia, que en aquel día me dará el Señor, el juez justo; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.
Instrucciones personales
9 Procura venir pronto a verme, 10 porque Demas me ha desamparado. Prefirió este mundo, y se fue a Tesalónica. Crescente se fue a Galacia, y Tito a Dalmacia. 11 Sólo Lucas está conmigo. Toma a Marcos y tráelo contigo, porque me es útil para el ministerio. 12 A Tíquico lo envié a Éfeso. 13 Cuando vengas, tráeme el capote que dejé en Troas, en casa de Carpo, y también los libros, especialmente los pergaminos. 14 Alejandro, el calderero, me ha causado mucho daño; que el Señor le pague conforme a sus hechos. 15 Cuídate también tú de él, pues se ha opuesto mucho a nuestras palabras. 16 En mi primera defensa nadie estuvo a mi lado; todos me desampararon. Espero que no les sea tomado en cuenta. 17 Pero el Señor sí estuvo a mi lado, y me dio fuerzas, para que por mí se cumpliera la predicación y todos las naciones la oyeran. Así fui librado de la boca del león. 18 Y el Señor me librará de toda obra mala, y me preservará para su reino celestial. A él sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Saludos y bendición final
19 Saluda a Prisca y a Aquila, y a la casa de Onesíforo. 20 Erasto se quedó en Corinto, y a Trófimo lo dejé en Mileto, pues estaba enfermo. 21 Procura venir antes del invierno. Eubulo te saluda, lo mismo que Pudente, Lino, Claudia y todos los hermanos.
22 Que el Señor Jesucristo esté con tu espíritu. Que la gracia sea con ustedes. Amén.